jueves, 3 de abril de 2008

Alquimia

Ven soledad, vamos a jugar a la alquimia. Hoy he subido a la tienda del cielo donde solo pueden entrar los soñadores y he comprado los elementos perfectos para crear la sustancia definitiva que nos permita coexistir en paz.

Ven soledad, vamos a mezclar su ausencia con el disparate de haber soñado con ella. Espera, aún no es tiempo de resultados, obtendrás una mezcla homogénea perfecta si logras controlar el calor de tu pasión antes de alcanzar el punto máximo de ebullición.

Ven soledad, encontremos juntos la esencia del alma. Siéntate conmigo por una noche a nombrar incontables locuras matemáticas, vamos a balancear la ecuación imposible de los sentimientos, vamos a destilar el mas puro de los sueños haciendo uso de las nubes.

Ven soledad, hagamos caso omiso de aquello fundamental. Olvidate del agua, del fuego, de la tierra, del viento, nosotros dos sabemos que la vida real se sustenta en algo más, actuemos con locúra, el quinto elemento será su nombre.

Ven soledad, seamos amigos. Enséñame la fórmula exacta para conocerte y asi explorar tus detalles mas abstractos, el amor me dejó sin sentidos, necesito palparte, necesito transformarme en el ente completo que pueda vivir y morir contigo.

Ven soledad, me doy por vencido. ¿Cuando he de comprender que las blancas alas de paloma no se mezclan con el polvo de estrellas?, ¿cuando he de comprender que nuestros destinos tienen valencias distintas?, ¿cuando he de comprender que nuestros corazones jamas entrarán en fusión perfecta?. Solo cuando muera sufriré el destino del alquimista necio, entre fórmulas e intentos, entre luces y explosiones, entre pociones y venenos, no encuentro manera alguna de olvidarte.

miércoles, 2 de abril de 2008

Trapecista

“Loco, soñador, necio y esperanzador, la razón me golpea con violencia mientras el corazón se regocija de haber perdido una vez mas la razón.

Y aunque sé que mi barca precipitará inevitablemente en el vació del fracaso, continúo remando contra la corriente esperando que tu corazón me arroje un salvavidas.

Por eso mi alma se asemejá a la de un trapecista, lanzándose hacia un precipicio para encontrar una ovación despues del riesgo, o la muerte por haberse atrevido a volar.

Mientras voy cayendo cierro los ojos y maldigo mi suerte a la vez que bendigo el día en que cruzaste tu mirada con la mía y me diste la capacidad, tan solo, por un momento, indescriptible e inexplicable, fugaz y efímero, de cruzar el cielo como las aves para encontrarme con el sol de tu ternura”